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Foto del escritorAndrés Gómez

LA VISITA DE PARES

Actualizado: 4 oct

Ejercí como docente de planta ocho años en una IES en la que mi relación laboral con varios directivos y colegas parecía la de un madridista en las gradas del estadio del Barcelona. Eran múltiples las diferencias de fondo que teníamos sobre el ejercicio docente. Aún en ese ambiente, sentía que mi trabajo dependía esencialmente de mis publicaciones, evaluaciones y participación en eventos. Esto, hasta que llegó la visita de pares.


Los pares son personas reconocidas en un campo del conocimiento, paladines del saber convertidos en jurados del reality show que encarna la academia, estos deben evaluar en cinco días las actividades de una década, recomendar registros de funcionamiento de programas y acreditar a los de alta calidad.


Si las visitas familiares usualmente obligan a lavar la loza y tapar algún mugre bajo el tapete, las de los pares académicos llevan a utilizar varios tapetes, a la vez que impulsan a las facultades a plantear y ejecutar planes de acción. Entonces, al fin, los secretarios académicos sacan reportes de matrículas, ausentismo y deserción; los profesores y encargados de proyectos, de sus avances y publicaciones; las decanaturas de su acompañamiento y visión; en suma, la visita obliga a regar las plantas.


Pero sin buscarlo, se crean incentivos perversos. Se contrata gente a última hora para publicar lo que sea, sin conexión con las líneas de investigación que se debatieron con fervor durante cinco años, como cambiando la ensalada por hamburguesa. Cuando llegan vacas sagradas lo hacen sin sentido de pertenencia, por lo que entregan refritos de sus viejas publicaciones mientras ignoran por completo sus clases y a sus estudiantes.


La educación superior está diciéndose mentiras porque se juega con la gente, se le contrata para aparentar, aumentando el personal administrativo y docente, los proyectos y grupos de investigación, el número de artículos a revisión, las tesis dirigidas, los presupuestos para las salas de cómputo, el número de licencias de software, los boletines estudiantiles. Lo negativo radica en que la mayoría de los recursos no se ejecutan o se desvían a la compra de empanadas.


La dicha de las tendencias positivas se acaba cuando los nervios por dar la mejor impresión se extingue, esto es, cuando los pares se van para no volver nunca más, o en siete años que es casi lo mismo, ya que, la alta rotación de directivos y docentes impide que el personal actual responda por un acto de ayer. Sin norma que obligue a mantener la cantidad de proyectos y gestores, al mes de acabada la inspección, las facultades asumen los costos del despido pronto.


Marcela, editora de la revista; Arturo, encargado del apoyo administrativo; Paula, de los boletines; Pedro y Alexandra, de nuevas publicaciones; Adriana, coordinadora de eventos; Clarita, atendiendo casos estudiantiles; Freddy y Mauricio, nuevos docentes, y otros funcionarios llegan llenos de ilusiones que crecen con la visita, pero que se extinguen al finalizarla.


Se les contrata para impresionar a los pares, quienes califican todo con la mejor nota. Sin embargo, nuevos y antiguos, todo el personal, desde académico hasta el de aseo, debe declarar la existencia de una calidad educativa excepcional, de procesos investigativos que harían rabiar de envidia a Einstein, es esto o enfrentarse al desempleo.


Así, todo marchaba sin novedad en la visita de ese año hasta que, en el último día me vi tomando la palabra, ingenuo, idealista, estúpido, señalando áreas de mejora en el programa. En los días anteriores había enfocado mis intervenciones en los avances y luego sentí la necesidad de ser más crítico y sincero, ignorando las advertencias de 100 colegas sobre la importancia de mostrar perfección en lo oxidado, lo embrionario y lo inexistente.


Me tomó más tiempo esperar el ascensor saliendo de la sesión de pares que el que usaron compañeros para filtrar mi intervención ante los directivos. En las facultades, tal como en las cocinas, todo se sabe y nada más publicitado y preguntado en la "semana mayor" de las universidades que saber quién habló y qué dijo.


Las organizaciones que deben promover el pensamiento prefieren una alienación incondicional, que la gente no piense y se practique el "hagámonos pasito". Y tal cual como les ha sucedido a tantos otros docentes y administrativos que levantaron levemente el tapete, tuve que empacar.


Si el contrato no estuviera en vilo estas visitas serían divertidas. Pago por ver a todo el mundo corriendo en un semestre para cumplir promesas de la década anterior. Nunca se ve mayor nivel de zozobra en decanos que el que transmiten previamente a la visita, se ha sabido de casos en los que imploran a los profesores préstamos de sus bibliotecas personales y pasan limpiando las manchas de los salones.


También es entretenido observar la lucha soterrada de egos. Los pares exprimiendo cada gota de la temporalidad de su poder, receptores de lisonjas que les procuran directivos dispuestos a brindarles idolatría. Estos últimos muriendo por dentro al no ser los receptores de tributos cada tres minutos, ni poder exponer su hoja de vida. Si por la plata baila el perro, por el registro danzan los decanos.


Usualmente ellos y su séquito no pierden ocasión para hablar a espaldas de sus colegas, menospreciar sus credenciales, calificarlos como poco aptos para sus funciones y quejarse de tener que rendirles cuentas. Es una hipocresía en su máxima expresión, una hipocresía hacia los pares que no tiene par.


Afortunadamente para las IES, pero lamentablemente para la sociedad, el arduo proceso de expectativas creado por las visitas puede ser eludido. Actualmente, es más eficiente y seguro contratar rectores, vicerrectores y decanos provenientes del ministerio de educación o del consejo nacional de acreditación. De este modo, la economía política, es decir, las redes de influencia, o la rosca como se dice en la calle, establece un ciclo de contratación que se protege a sí mismo, reemplazando los requisitos académicos por intercambios de favores.


Aquellos que participan en las visitas, ya sea por ingenuidad, olvido o idealismo, así como quienes quedan fuera de este círculo de agendas y contactos, se ven condenados a enviar sus hojas de vida, deseando que la visita que "verifica la calidad" tarde mucho en llegar a su nuevo lugar de trabajo.

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